Foto de Vedrines volando sobre Huesca en la primera página del Heraldo de Aragón del 12 de agosto de 1912
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La "fiesta de la aviación" irrumpió con fuerza en 1912, convirtiéndose en el acto más espectacular de los programas festivos de muchas de las ciudades españolas, entre ellas las aragonesas. Días antes de que Julio Vedrines triunfara en las fiestas de Huesca, Poubet había realizado exhibiciones en Santiago de Compostela; Poumet, Garnier y Tixier, en La Coruña; además Garnier preparaba un raid entre Vitoria y Logroño.
En septiembre, Maurice Pomet hizo demostraciones en las Ferias y fiestas de Barbastro; a Calatayud acudió Tixier, y, en octubre, Garnier y Tixier volarían en las fiestas del Pilar de Zaragoza.
En Huesca, en 1912, se ubicó el aeródromo en el Saso de Loreto. El tórrido sol no fue impedimento para que las calles próximas a la carretera de Zaragoza se vieran invadidas, formándose una interminable caravana de carros, tartanas, coches de varias clases y muchos animales (burros, mulas y caballos) a cuyo lomo cabalgaban más de un jinete.
Florencio Benito aseguraba que, al contrario del dicho ordinario "no vemos tres en un burro", esta vez los había visto, y con profusa repetición (1).
En la calle de Zaragoza y en los Porches de Vega Armijó eran asaltadas largas filas de coches que partían veloces, dejando tras de sí una larga ola de polvo, para volver rápidamente. Las sendas y caminos se veían igualmente transitadas.
La Guardia Civil, al son de marciales cornetas, se dirigía al campo de aviación, para tomar posiciones rodeando el perímetro del aeródromo.
La escena pintoresca del festejo la componía una tribuna oficial para autoridades y periodistas, y otras para el público, todas ellas repletas; la muchedumbre se concentraba en abigarrados montones de curiosos coronando los cerros.
Vedrines esperaba sentado, fumando, y entre sonrisa y sonrisa, consciente de ser el héroe del día, miraba al cielo. A su lado el hangar en el que se cobija el biplano, sistema Deperdusin. El aparato podía permanecer en el espacio durante seis horas, recorriendo hasta cien kilómetros por hora.
El éxito de Vedrines
Vedrines en Huesca
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A las cinco de la tarde, a los acordes de escogidas composiciones interpretadas por la música del regimiento de Gerona, Julio Vedrines se dirigió al hangar, con la intención de volar. A los pocos minutos el biplano se elevaba por los aires, alcanzando una considerable altura.
Después de dar una larga vuelta hasta faldear la sierra de Guara y a llegar a una altura superior a los mil metros, descendió para aterrizar en el punto de partida. El vuelo no duró más de diez minutos y en el aterrizaje rozó en tierra levemente un ala.
En un segundo vuelo, Vedrines realizó con gran dominio virajes, vuelos a diferentes alturas, pasando a ras del suelo y atemorizando a la gente, para volver a elevarse, hasta aterrizar nuevamente.
Entre vuelo y vuelo seguía amenizando la música. En el tercero, y último, aún entusiasmó más a la gente, muchos sin poder explicarse lo que habían visto.
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