26/1/10

La corrida de pollos

Detalle de "La carrera del gallo", escena costumbrista de Juan José Gárate, 1919
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En el programa oficial de Fiestas de San Lorenzo. Huesca. 1959, encontramos el cuento del escritor oscense Luis López Allué titulado La corrida de pollos. Otro gran escritor, Enrique Capella fue igualmente colaborador de los programas oficiales de las fiestas de Huesca. Capella se ditinguió por ser uno de los impulsores del renacimiento del deporte en la capital del Alto Aragón. Y también fue autor de un sabroso Pregón de fiesta, inspirado en los tradicionales pregones que se echaban antes del comienzo de las "corridas de pollos".

Siguiendo la retahíla de escritores aragoneses que se han fijado en estas pruebas típicas del “olimpismo” aragonés, para incorporarlas como eje central de alguno de sus cuentos o novelas, podemos citar a Miguel Allué Salvador con La mejor carrera (1927), Ricardo del Arco en Tierras de maldición (1925) o Cosme Blasco Val "Crispín Botana", autor de Las fiestas de mi lugar (1899).
Otros escritores se inspiraron en las "corridas de pollos" para componer coplas, poesías o romances. Y si rebuscamos entre la bibliografía aragonesa con aires costumbrintas aún encontraremos obras curiosas, como La Godinica, boceto cómico-lírico, de costumbres aragonesas en un acto y cuatro cuadros, escrita por Agustín Pérez Soriano en 1901.

Alguna obra se nos queda e el tintero, pero vamos con el cuento, la "perla", de Luis López Allué que traemos en esta ocasión. Uno de los protagonistas había ganado "pollos a manta" en Talamantes, en Crivillén, en Fuentes de Ebro, en Ejea, en Ateca y en otros muchos pueblos y villas. En realidad los hubiera podido ganar en casi todos los pueblos de Aragón.

El cuento lo vamos a ilustrar con obras de grandes pintores costumbristas y con fotografías de época.
Marín Bagüés pintó el óleo "Carrera de pollo", 1953
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"Amaneció el gran día, 27 de Septiembre, San Cosme y San Damián, patronos del pueblo. El cielo, transparente y azul; radiante el sol; cálida y pura la brisa, como aliento de virgen. Por las calles de Mora de Sevil desbordaba, juguetona y bullanguera, la sana alegría de los campos. Desde la torre de la iglesia caían los repiques del metal en agudo martilleo, y las sonoras ondas dilatábanse por los aires hasta perderse en los socavones de las vecinas montañas. Prendiéronse las mozas, para asistir a la misa mayor, las arracadas de oro pálido y los mantos rameados con hilos de seda que ya sus abuelas guardaron en el viejo arcón de nogal, tabernáculo de aquellas reliquias, y los mozos se anudaron a la cabeza con estudiado desgaire el pañuelo de colores chillones y vivos, Olía el ambiente a flor de romero, a albahaca y a pan del horno.
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