4/7/09

Las corridas de pollos por el Jiloca

Carrera pedestre de Blancas. Archivo Centro de Estudios del Jiloca.
Foto realizada por Pedro Corella Sánchez
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Siguiendo la costumbre extendida por todo Aragón, en los pueblos de las comarca del Jiloca celebraban “corridas de pollos” durante las fiestas patronales. En el siguiente artículo publicado en la revista Cuadernos de Etnología, 21, del Centro de Estudios del Jiloca, podemos ver una semblanza de las carreras de Loscos, Lagueruela, Nogueras, Villahermosa del Campo, Bádenas, Piedrahita, Ferreruela de Huerva, Bea, Torre los Negros, Bañón, Rubielos de la Cérida, Bueña, Calamocha, Navarrete del Río, Lechago, El Poyo del Cid, Fuentes Claras, Torralba de los Sisones, Caminreal, Monreal del Campo, Báguena, San Martín del Río, Val de San Martín, Anento, Pozuel, Blancas, Odón, Tornos, Bello, etc. Y también los rituales que envolvían esta pruebas típicas del deporte tradicional aragonés.

José Antonio Adell Castán y
Celedonio García Rodríguez

.Las carreras pedestres o de pollos, propiamente dichas, tienen su ámbito en la Comunidad Autónoma de Aragón y zonas limítrofes o en contacto con la misma. Su nombre proviene de los premios que se entregaban a los primeros clasificados de la carrera pedestre. Habitualmente, el vencedor recibía tres pollos; el segundo, dos, y el tercero, uno. Al cuarto, en unos lugares, o al último, en otros, le entregaban una cebolla. La hortaliza era un premio humillante, pero también se convirtió en un premio apetecible en los años de posguerra.

Se desarrollan en un ambiente lúdico-festivo que se encuadra en de las fiestas patronales y de cofradías de los diferentes lugares. La corrida de pollos, generalizada por toda la geografía aragonesa, se ha configurado conservando unas formas propias en su desarrollo, con pequeñas variantes que enriquecen las costumbres locales y comarcales.

Aspectos ambientales de las corridas de pollos

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Antaño, la proximidad de la fiesta despertaba un nerviosismo entre los corredores que se preparaban para la carrera. Los nombres de los afamados corredores locales y forasteros circulaban de boca en boca. Las gentes recordaban con admiración la carrera del año anterior. Se relataban las hazañas de cada contendiente, incluso se tendían apuestas que confirmaban la agilidad y destreza del favorito.
Carrera de pollos de Calamocha. Archivo Centro de Estudios del Jiloca.
Foto cedida por Mª Jesús Benito Layunta

Unas veces la corrida tenía lugar a la salida de misa. Los seis pollos, por lo general, colgaban de las púas del bieldo situado en la puerta de la Iglesia. El vencedor era el primero que tocaba, en la meta, el bieldo u horca empenachada de pollos. Las autoridades, que presidían la corrida, eran las encargadas de conceder los premios y de velar por el buen desarrollo de la prueba.

En otras ocasiones se disputaba después de comer. El público y corredores se dirigían al lugar de la corrida. Los participantes en la corrida se despojaban de sus ropas y tras efectuarse la salida los corredores partían descalzos o con sandalias, en calzoncillos y con camisa o camiseta; muchos corrían con un pañuelo atado a la cabeza o con boina, y sujeta la cintura con vistoso ceñidor.

Era frecuente que algunos corredores de los pueblos vecinos acudieran a la corrida abandonando las tareas del campo recorriendo un largo trecho andando y corriendo, y más tarde en bicicleta.
Los circuitos y recorridos variaban según los lugares; se partía desde el mismo lugar de la llegada y se daban las vueltas programadas o los corredores se dirigían a un determinado punto fuera del pueblo, por un camino o por la carretera, desde donde el alguacil o el guarda montado a caballo “soltaba” a los corredores. La meta se situaba en la entrada del pueblo, en la plaza o junto a la puerta de la Iglesia, donde permanecían los pollos colgados.
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