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Aragón ha sido tierra de andarines y así queda reflejado en las numerosas historias sobre estos personajes que han alcanzado la meta de la fama. Los textos literarios también abundan. Varios cuentos y novelas de escritores costumbristas reflejan el ambiente festivo de las carreras pedestres o corridas de pollos: Cosme Blasco Val (“Las fiestas de mi lugar”), Ricardo del Arco (“Tierras de maldición”, 1925), Miguel Allué Salvador (“La mejor carrera”, 1927), Luis López Allué (“La corrida de pollos”), etcétera.
Pregón de la corrida de pollos, dibujo de Iñaki para ilustrar el cuento de Luis López Allue "La corrida de pollos".
.Hace poco tiempo recogíamos las aventuras de “Royico de Fuentes”, según un artículo de R. Mainar Lahuerta publicado en 1899 con el título: “La buena fama de andarín”.
Volvemos con una nueva historia literaria de la mano de Francisco Aznar Navarro, historiador y periodista zaragozano (1878-1927). Francisco Aznar se inició en el periodismo en el Diario de Zaragoza y en Heraldo de Aragón; luego marchó a Madrid y se incorporó a la redacción de La Correspondencia de España. También ocupó la jefatura de la redacción del diario madrileño Informaciones, que abandonó para fundar el ovetense Región. Al poco tiempo volvió a Zaragoza para dar vida a La Voz de Aragón en colaboración con Sánchez Roca (1925).
En 1920, Francisco Aznar publicó en La Correspondencia de España un relato o cuento titulado “Manolico Pincharranas”. La acción discurre en Calzadilla de la Sementera, un pueblo (imaginario) de Aragón, con dos protagonistas: Manolico “Picharranas”, «un mozo que se ha dedicao a ochenta cosas, cree que sirve para todo lo de este mundo y no sirve para nada de provecho», y “Garras Largas”, un andarín que surge en el capítulo V del relato. A continuación lo transcribimos.
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La corrida de las eras..
Pedro Sierra, de La Puebla de Híjar, corriendo en una era
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.Aquella tarde, por pura casualidad, había espectáculo en el pueblo. Hallábase de paso un andarín famoso en la comarca. Días antes asombró con su resistencia a los pueblos vecinos y no dejaron de llegar a Calzadilla rumores de proezas tales. Por eso cuando «Garras Largas»—este era el apodo del andarín—acudió al alcalde en súplica de que le permitiera ofrecer al vecindario una función pedestre, el tío Cucamonas se apresuró a conceder el permiso, cuanto más que la carrera había de ser absolutamente gratuita, sin que el andarín se reservara más derecho que el de pasar una bandeja, apelando a la voluntad de las buenas gentes, cuando ya la función hubiera terminado. Y bien seguro estaba el tío Cucamonas, porque conocía de sobra a sus administrados, de que a la hora de la bandeja habría en el pueblo más «Garras Largas» que el protagonista del espectáculo.
Cirilo el alguacil, mediante los pregones de rigor, hizo saber bien pronto a los vecinos que a las tres de la tarde se podían congregar en las eras para asistir al festejo.
No andaban en Calzadilla sobrados de distracciones. La que se anunciaba tenía por fuerza que producir sensación en el vecindario».
Así no extrañará que mucho antes de la hora ya dicha, la población en masa se hubiese volcado sobre las eras, ostentando cada hijo de vecino, en punto a indumentaria, lo mejor que pudo extraer del fondo del baúl.
CONTINÚA:
http://celedoniogarcia.blogspot.com.es/2009/05/el-andarin-garras-largas.html
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